(Del lat. dubitāre).
1. intr. Tener el ánimo perplejo y suspenso entre resoluciones y juicios contradictorios, sin decidirse por unos o por otros.
A veces nos sentamos a la sombra del conformismo y de la resignación. Nos sumamos a una cola en la que pensamos que no existe nuestro turno. Nos convencemos de que estamos formando parte de una historia preciosa y de que disfrutamos del paisaje que nos rodea mientras esperamos. Parece que con eso ya debería ser suficiente para sentirnos vivos.
¿Por qué estamos haciendo cola entonces? Porque nunca habíamos visto algo parecido, porque sentimos que si no lo hacemos nos arrepentiremos toda la vida, porque no estaremos aquí más de cuatro o cinco días y hay cosas que ocurrirán como mucho uno (si tienes suerte o la has buscado). Sin embargo, no arriesgamos más de lo necesario porque seguimos sin creer en nuestras posibilidades. Más bien creemos que todas las cartas están marcadas y que somos los únicos que desconocemos el truco. Dejamos que nuestros miedos y dudas dancen burlonamente sobre el tapete. El crupier nos sonríe mientras baraja: ya ha visto este esperpento cientos y miles de veces antes.
Pero en ocasiones los astros se alinean y la vida se presenta en forma de sueño, para despistarnos y poner a prueba nuestras ganas de vivir, y es ahí cuando llega tu turno. Sí, sí, es a ti; ¿o ves a alguien más? Tu cara refleja una mezcla de "esto debe de ser una broma" y "no es posible que me haya tocado a mí". Miras tu número y miras a la pantalla. Una y otra vez, comparas y buscas la más sútil de las diferencias; como si existieran siete como en los pasatiempos del periódico. "Tiene que haberla, tiene que haberla...". Cuando te quieres dar cuenta, alguien te adelanta chocando casualmente contra tu hombro para descolocarte del todo. Qué coincidencia (piensas ingenuamente): ya ha pasado tu turno. Bajas la cabeza, sonríes sádicamente contra ti mismo, te insultas con saña y, mientras recibes la paliza sicológica del siglo, te aferras firmemente a la idea de que ya nunca volverás a hacer cola.
Aun queda lo mejor: te has marchado compadeciéndote de ti egoístamente y nisiquiera has reparado en el daño que has provocado. Es posible que hayas sido la gota que colma un vaso y que en vez de desbordarse se rompa en miles o millones de pedazos.
Tranquilo. No es tu vida; era sólo una simulación. Tú todavía puedes evitarlo ;)
¿Por qué estamos haciendo cola entonces? Porque nunca habíamos visto algo parecido, porque sentimos que si no lo hacemos nos arrepentiremos toda la vida, porque no estaremos aquí más de cuatro o cinco días y hay cosas que ocurrirán como mucho uno (si tienes suerte o la has buscado). Sin embargo, no arriesgamos más de lo necesario porque seguimos sin creer en nuestras posibilidades. Más bien creemos que todas las cartas están marcadas y que somos los únicos que desconocemos el truco. Dejamos que nuestros miedos y dudas dancen burlonamente sobre el tapete. El crupier nos sonríe mientras baraja: ya ha visto este esperpento cientos y miles de veces antes.
Pero en ocasiones los astros se alinean y la vida se presenta en forma de sueño, para despistarnos y poner a prueba nuestras ganas de vivir, y es ahí cuando llega tu turno. Sí, sí, es a ti; ¿o ves a alguien más? Tu cara refleja una mezcla de "esto debe de ser una broma" y "no es posible que me haya tocado a mí". Miras tu número y miras a la pantalla. Una y otra vez, comparas y buscas la más sútil de las diferencias; como si existieran siete como en los pasatiempos del periódico. "Tiene que haberla, tiene que haberla...". Cuando te quieres dar cuenta, alguien te adelanta chocando casualmente contra tu hombro para descolocarte del todo. Qué coincidencia (piensas ingenuamente): ya ha pasado tu turno. Bajas la cabeza, sonríes sádicamente contra ti mismo, te insultas con saña y, mientras recibes la paliza sicológica del siglo, te aferras firmemente a la idea de que ya nunca volverás a hacer cola.
Aun queda lo mejor: te has marchado compadeciéndote de ti egoístamente y nisiquiera has reparado en el daño que has provocado. Es posible que hayas sido la gota que colma un vaso y que en vez de desbordarse se rompa en miles o millones de pedazos.
Tranquilo. No es tu vida; era sólo una simulación. Tú todavía puedes evitarlo ;)
Muy, muy bueno. Debo reconocer que en varios aspectos me he sentido identificado con ese manera de ver aquellos duros momentos por los que he pasado.
ResponderEliminarDe todas maneras, al ver las colas que hacen los demás y hacia donde los lleva, me hace sentirme agradecido de las opciones que he elegido y de las experiencias que he atesorado. Quizás no tengan el final feliz que hubiera querido, pero pasa que no nos damos cuenta que el final no existe como tal, todos son capítulos. Incluso la muerte no es el final, sino el comienzo y así sucesivamente.
Si me permitís el honor, quiero compartir este texto en mi Blog.
Un abrazo grande y nos seguimos leyendo.-
¡El honor es mío si lo compartes! Gracias por tus comentarios y me alegro de que te hayas entretenido y encontrado leyendo este post.
EliminarUn saludo :)
Sabiendo que además sos un posible fanático de Iron Maiden, serían dos cosas importantes las que nos unirían. El ser sumiso ante las mujeres que son merecedoras de nuestra admiración y el gusto de escuchar Iron Maiden como banda de culto cuando las situaciones lo ameriten.
ResponderEliminarCon respecto a tu publicación, ya está en mi Blog y no sólo eso, te puse en la lista de Sitios Amigos, para que mi pequeño grupo de seguidores tengan un acceso directo a tu Blog que cuenta con cosas sumamente interesantes.
Una idea súper original que te atribuyo es el análisis que haces de las palabras y de ahí arrancar con texto o poner una imagen acorde. La verdad me pareció genial y le da un alto vuelo intelectual que defiende a capa y espada el buen nombre que le queremos dar al FemDom.
De más está decir que mi Blog es tu casa y que estoy a tu disposición para todo lo que esté a mi alcance.-
Se agradecen las palabras y el ofrecimiento :)
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