lunes, 6 de agosto de 2012

La debilidad de un sabio

Cuenta una leyenda oriental que un día Aristóteles advirtió a su discípulo Alejandro Magno sobre la necesidad de no desatender los asuntos de estado por el amor que sentía hacia la bella cortesana Filis. Cuando ella se enteró de lo que había ocurrido, decidió vengarse. Sedujo al viejo filósofo hacíendole ver que se interesaba por él y dándole largas dulcemente. Con tal ingenio actuó que Aristóteles se enamoró de ella y le confesó su amor afirmando que haría cualquier cosa que ella le pidiese.


Filis respondió que antes de entregarse a él deseaba una cosa: ponerle una silla de montar en la espalda, unas riendas en la boca y montarlo como si fuese un caballo por los jardines del palacio. Eso sí, para que no se preocupara del qué dirán, le dijo que lo harían de noche cuando todos estuviesen dormidos y nadie se enteraría. Aristóteles contestó que eso era mucho daño para él y de poco provecho para ella pero la astuta mujer insistió con el siguiente argumento:

- Señor, los hombres acostumbran a burlarse de las mujeres después de que han satisfecho sus deseos; pero si vos os quisierais burlar de mi, yo siempre podría contar que os he cabalgo como un caballo.

Aristóteles asintió y recorrió el jardín a cuatro patas con Filis sentada en su espalda sujetando con una mano las riendas y fustigándolo con la otra. Su venganza alcanzó el clímax cuando se dio cuenta de que Alejandro observaba la escena desde un balcón del palacio.



Alejandro exige a su maestro una explicación. Aristóteles responde:

- Si un viejo como él se ha visto enredado en tal situación por causa del amor, qué no le pasaría a un joven inexperto como Alejandro, he ahí la razón de prevenirlo contra el deseo erótico, que ni atiende a edad, ni a reputación, ni a conocimiento.

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