domingo, 29 de julio de 2012

Un baño reconfortante

Es uno de sus momentos preferidos; se lo noto en la mirada y en esa sonrisa que me hace cómplice de lo que va a ocurrir.
- Prepara el baño y procura que me reconforte -dice revolviéndose entre las sábanas con voz melosa. Es su única orden, el resto debe inventarlas mi imaginación encargándose de que yo las cumpla y el resultado sea de su agrado.
El agua está en su punto, está lo suficientemente caliente para meter una mano y no querer quitarla jamás. La habitación está a la temperatura adecuada, el vapor del agua y el termostato del aire acondicionado garantizan que mi ama pueda pasear su cuerpo desnudo hasta la bañera sin tener que apresurar el paso por esa molesta sensación de estar pasando frío: la odia.
En la entrada, una toalla cubre el suelo a modo de alfombra de bienvenida. Varias velas cuidadosamente situadas (sólo aquellos puntos que ella desea que emitan luz) iluminan la sala y algunas incluso se toman la licencia de reflejarse en un agua que no les pertenece.
Alrededor de la bañera todo tipo de esponjas, geles y otro tipo de productos de higiene y belleza se exponen para que ella pueda dirigirme si no le gusta lo que he preparado: soy libre en esta tarea pero ella también lo será luego para castigarme en busca de mejores resultados (a veces simplemente lo hace por ver si me estoy esforzando al máximo; es un reto para ella mi adiestramiento).
Ya he terminado. Vuelvo a la habitación donde reposa mi diosa y me dispongo a interrumpir su sueño para transmitirle el mensaje de que todo está listo. No puedo hablar, no le gusta despertar con sonidos. De rodillas me aproximo a sus piés desnudos y comienzo a besarlos suave y lentamente. Unos minutos después empieza a moverse: sabe que es el momento pero va a disfrutar de un lento despertar recreándose entre besos, lametones y algún masaje que ella misma solicita.
- Ya es suficiente esclavo; ponte en posición -exclama incorporándose mientras me dirige con su pié hacia el suelo. Me pongo a cuatro patas y ella se monta sobre mi espalda. Dos toques con sus talones en mis nalgas indican que debo iniciar la marcha.
- Yo de ti me esforzaría en que esto cambie mi despertar, no estoy de buen humor y me apetece muuuuucho pagarlo contigo -me susurra al llegar al baño, luego de que sus piés toquen por primera vez la alfombra. Dice esto acariciándome el pelo con una mano, recorriendo con sus uñas mi espalda y terminando con un sonoro cachete que me recuerda que debo esforzarme o lo pagaré muy caro.



Continuaré... o no... y queda el resto de tarea para vuestra imaginación... :P

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