Me acerco sigilosamente pero Ella sabe que lo hago, puedo ver su cara sin mirarla. Dejo de fingir y me aproximo, me arrodillo y su mano me guía: tengo su permiso y su aprobación. Deja caer su pelo hacia atrás y el roce me recuerda mi lugar. Estoy cerca: la distancia es tan corta que no existe forma de medirla con precisión. Cierro los ojos y mi mano se aferra a un sueño. Casi por instinto, mi rostro recorre cada centímetro de su piel. Desciendo con la valentía del que se siente bien ahí abajo. Soy libre para intentar ser útil.
Suena el despertador.
Suena el despertador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario